
De regar tanto las macetas del patio con ella, la cafetera cogió complejo de tiesto, ansias de sentir dentro de ella, lo mismo que sentían sus compañeras de barro y porcelana. Yo doy el agua decía, pero quiero recibirla, y cogió un esqueje cuando no miraba nadie y se puso en la mesa del recibidor, cerca de la puerta del patio de luces, donde las macetas la pudieran ver con su color plateado y sus ramas engalanadas de verde.
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